Mujer en el arte, la invisibilidad visible

Estas últimas semanas se está hablando mucho acerca de la escasa visibilidad de las mujeres en el ámbito cinematográfico, a raíz de la alarmante ausencia de nombres femeninos en las nominaciones a alguna de las categorías más valoradas, como puede ser el de mejor dirección, de los premios Goya y de los Oscars,
Todavía no conocemos los nombres de las/os ganadoras/es del certamen americano, pero en lo tocante a los Goya, un año más, los agraciados han sido, en su mayoría, hombres. Un resultado que no es de extrañar, teniendo en cuenta que, tal y como se indicó durante el transcurso de la gala, el porcentaje de mujeres nominadas ascendía a un mísero 26,5%.

¿Cuestión de reconocimiento o falta de presencia?

Cabe plantearse, sin embargo, si en el caso del ámbito cinematográfico el problema de la invisibilidad de la mujer se limita a una cuestión de reconocimiento, o si, como parece, el “mal” afecta también a la presencia misma de la mujer en el sector. Según una investigación realizada por el Centro para los Estudios de Mujeres en la Televisión y el Cine de la Universidad de San Diego, en EEUU solo el 20% de las tareas de Dirección, Producción, Producción ejecutiva, Edición y Fotografía son llevadas a cabo por mujeres. No es un problema que afecte únicamente a Hollywood: el informe CIMA publicado por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales aporta en su última edición (correspondiente al año 2017) datos deprimentes sobre la representatividad de la mujer en el sector audiovisual español. En ocho de las doce áreas de actividad analizadas por este estudio la presencia masculina supera el 70% del total, dando lugar a una preocupante masculinización de las tareas de Producción, Dirección, Guión, Composición Musical, Dirección de Fotografía, Montaje, Sonido y Efectos Especiales. Y no, a nadie se le ocurre pensar que esta diferencia se deba a una falta de capacidad de las mujeres cineastas.

¿Es el entorno cultural el culpable?

El cine no es la única disciplina artística seriamente masculinizada. La música (¿cuántas mujeres directoras de orquesta nos vienen a la cabeza?), la arquitectura (solo una mujer ha sido galardonada en solitario con el prestigioso premio Rizker desde su primera edición, en 1979) o la literatura (menos del 15% de las personas galardonadas con un Nobel, Princesa/Príncipe de Asturias o Planeta eran mujeres) también padecen una preocupante invisibilización del trabajo de la mujer, y un notable menosprecio a su talento.

¿Y qué pasa con las artes plásticas? Las obras de arte realizadas por mujeres representan el 65% del total de la producción de arte contemporáneo, mientras el mercado visibiliza mayoritariamente el trabajo de los hombres, según datos ofrecidos por MAV (Mujeres en las Artes Visuales) tras estudiar la presencia femenina en la última edición de ARCO. Este estudio presenta también datos preocupantes en ámbitos como la representación (solo el 6% del total de artistas con representación en ARCO18 eran mujeres), el propio circuito museístico y de exposición (solo el 34% de las galerías presentes en ARCO están lideradas por mujeres) o, una vez más, el reconocimiento (el 71,4% de los Premios de ARCO son asignados a artistas hombres… ¡sorpresa!).

Con semejante panorama, cualquiera podría pensar que vivimos en un entorno cultural al que parece costarle reconocer a la mujer como creadora. Por este motivo, es necesario reivindicar, una vez más, el papel de la mujer en la creación artística internacional, no solo porque, como se ha indicado, existen grandes creadoras cuya labor merece ser reconocida, sino porque la mejor forma de aportar una visión femenina del mundo es hacerlo a través de los ojos (y las manos) de una mujer.

La importancia de reivindicar una mayor presencia femenina en el arte

Y es que resulta no solo interesante, sino también necesario, analizar cómo es abordada, tradicionalmente, la naturaleza de la representación femenina en la creación contemporánea.
La importancia de analizar la representación de la mujer en el arte, y de buscar formas de figuración que contribuyan al empoderamiento de la mujer a través del mismo, estriba en que las narraciones (sean verbales, visuales o auditivas) sean eficaces y concebidas como herramientas de creación, reproducción y transmisión de significados. La construcción de la realidad conocida por el imaginario colectivo se realiza de manera conjunta a través de la aceptación de las imágenes e historias transmitidas. ¿Cómo vamos a alcanzar una visión no sesgada del mundo si los mismos señores nos cuentan siempre el mismo cuento?

Es necesario reivindicar por un lado, un mayor reconocimiento de la mujer como agente creador, y por otro, una forma diferente de abordar la naturaleza de la mujer como sujeto representado.

Lorena Arévalo Iglesias

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