¡Sí, quiero! Pero a nuestra manera
Hace tiempo que tomé la decisión de compartir mi vida con mi pareja, con o sin anillo. Es más, como muchas mujeres, escapo de clichés románticos y no tengo necesidad ninguna de vestirme como un tulipán, enrollarme en tres metros de tul y dejarme un dineral para que los demás vean lo feliz que soy. Lo dicho, no tengo necesidad ninguna.
Convenciones, ¡qué peligrosas sois!
Por ello, el día que comuniqué que mi pareja y yo nos habíamos prometido, mucha gente se sorprendió. Sin embargo, a mi forma de verlo, lo único que cambia (y cuánto) es que ya será oficial, es decir, será una unión reconocida, una relación que ya lleva años avanzando.
En ese momento empezaron los mensajes de enhorabuena. Hubo un par de ellos (y bien sé que no fueron con ninguna maldad o segundas intenciones) que me dejaron cavilando sobre todo este tema de casarse: «ya era hora», «nos hacemos mayores» leí. Comentarios cargados de un convencionalismo brutal y que a pesar de que pasen los años ahí siguen. Y es que mucha evolución, muchas nuevas tecnologías, pero hoy en día la gran mayoría de las bodas se siguen celebrando como antaño: muchas comida, mucha bebida -¡hay gente que hasta pide un crédito!- mucho de todo, no vaya a ser que después empiecen las comparaciones y…
¿Error de novata? ¿ingenua? ¿bicho raro?
Para una persona práctica y que se cuestiona casi todo, mi cabeza comenzó ¿desde cuándo hacerse mayor y casarse van de la mano? ¿ya era hora de qué? ¿pero qué me he perdido? Parece que a una cierta edad tienes que entrar por el aro, como todos, ser normal (léase esto con mucha ironía), ¿pero qué es ser normal?
Consecuentemente, como juegues con otras normas, como te escapes de esos convencionalismos, eres un bicho raro (sinceramente, me sorprende tener que escribir esto en pleno siglo XXI, pero es que esto pasa).
Cada persona es libre de decidir, primero, si se casa o no, de celebrar su boda como quiera: a lo grande, organizar algo íntimo, en el juzgado, por la iglesia… Lo que sí me gustaría dejar claro, es que solamente tú y tu pareja tenéis que ser felices, no tenéis que demostrar nada a nadie en la forma de organizar o decidir sobre la ceremonia, celebración… Todo depende de vosotros y solo de vosotros.
¡Sí, quiero seguir compartiendo mi vida con mi pareja, pero lo vamos a hacer a nuestra manera!