Volver a casa por vacaciones

Resulta curioso cómo cambian los valores y se transforman las prioridades cuando eres una emigrante. Una de las cosas que cambian radicalmente es el tema de las vacaciones. Había tiempos, cuando vivía en “casa” que no me daba llegado la hora de salir de ella, de dejar atrás mi ciudad para volar a algún lugar exótico y bañarme en aguas cristalinas, o para recorrer las calles de ciudades cosmopolitas y respirar todo lo nuevo. Todos aquellos, destinos que siempre parecen mejor que el lugar en el que vives.

Cuando la rutina regresa…

Hasta que una vez asentada en otro país, ves que la vida es la misma, distintas gentes, distintas calles, distintas costumbres…pero la vida sigue. Y en cierto punto, cuando la novedad ya no es nueva y la rutina regresa, en ese instante empiezas a añorar. Añoras el ambiente, las personas, el carácter, el clima, la comida… Si como yo tienes la suerte de vivir cerca de la costa, echarás mucho en falta el olor a mar, pasear por la arena, el agua fría y cortante del atlántico, las mareas, el sonido…

Y por ello, no resulta curioso que cuando eres una emigrante, tu destino ideal de vacaciones, ese con el preparas la maleta con la misma ilusión que con la que un niño abre sus regalos en Navidad, esa maleta que va, o llena de regalos para los tuyos, o casi vacía para que al volver puedas llenarla de comida de la buena, ese destino es tu hogar.

Ay el hogar, ¡qué bonita palabra!, se ha convertido en una de mis palabras favoritas.

Ahora te sientes inmensamente agradecida y afortunada por poder volver al hogar y disfrutar de él en tus vacaciones. Ahora tu ciudad es ese lugar por el que quieres recorrer nuevamente las calles, volver a explorarlas, sentir cómo ha cambiado pero sigue igual.

La frase no debería ser volver a casa por Navidad, porque muchas de nosotras no podemos volar y regresar en esas fechas. La frase correcta para nosotras es volver a casa por vacaciones.

Carla López Rodríguez

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