Tener a una hija emigrante

«Dale a tus seres queridos alas para volar, raíces para volver y razones para quedarse»
Dalai Lama

Ser madre de una hija que ha emigrado no es fácil, como tampoco lo es tener una hija con el culo inquieto. Siempre ha supuesto un reto para mí porque sabía que no tardaría en salir de mi lado para viajar, ver mundo, conocer gente y disfrutar de la vida. Y así fue, a partir de su primer viaje como estudiante de Erasmus, se sucedieron otros muchos, y yo estaba encantada porque había hecho lo que yo nunca pude hacer.

Siempre tuvo mi apoyo incondicional para asentarse en cualquier lugar de este planeta, sabía que eso le haría crecer como persona. Y así fue, mi hija, que en un principio, parecía callada, tímida y dependiente, de repente no paraba de hablar, de contarme todas sus vivencias, buenas y malas, aprendió a cocinar y a dirigir su propia vida. Y pensé «no lo hice tan mal«.

Ahora es una mujer independiente y trabajadora que adora a su familia pero también su vida, y aunque esté lejos, gracias a las tecnologías, no paramos de hablar y de vernos todos los días. Por eso cuando regresa a casa, aunque solo sea por una semana, es como si nunca se hubiera ido.

Claro que me gustaría que estuviese aquí, por supuesto, pero me encanta que su vida sea como ella elige. Y si algún día, las cosas no van como ella quiere, o simplemente quiere cambiar y acercarse un poquito más a nosotros, su familia, sabe que le estaremos esperando con los brazos abiertos.

Maria Rodríguez Santiago

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