El miedo
Todos tenemos miedo. Algunos miedos como el miedo a la muerte, a la soledad o al fracaso son “universales” y generalmente son “aprendidos” mediante lo que se conoce como aprendizaje asociativo o condicionado y no interfieren con la vida cotidiana. El miedo nos ayuda en ocasiones a protegernos del peligro y a ser prudentes. Sin embargo, muchos de los miedos son irracionales, tóxicos y limitan nuestro potencial enormemente.
¿Por qué se produce el miedo?
El miedo suele provocar comportamientos propios de la respuesta ante el estrés. Si quisiéramos definir “miedo”, podríamos decir que es una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario y que hace, entre otras cosas, que el corazón y la respiración se aceleren o que el cuerpo se ponga tenso. Esta sensación de ansiedad causada por nuestra anticipación a algún evento o experiencia imaginada es una reacción biológica de nuestro cuerpo ante un conjunto de señales que interpreta como temerosas.
Algunas recomendaciones para que el miedo no nos domine
Si bien tener miedo es totalmente normal y a veces incontrolable, la clave esta en que no domine nuestra vida y que podamos vivirla de la manera más placentera posible. Una vez me dijeron: “Da siempre la bienvenida al miedo. Haz lo que te da miedo, sal de tu zona de confort y trata de expandir tus oportunidades. Toma la decisión de cambiar y confía en ti”.
¡Qué fácil suena y qué difícil hacerlo! Y claro, enseguida vienen los tan conocidos “¿y si…?”, “¿debería hacer esto?” o le damos tantas vueltas al asunto que termina generándonos tanta ansiedad y dudas que el tema se vuelve incontrolable y perdemos objetividad.
En mi experiencia, lo mejor que se puede hacer es dejar de huir de los miedos, hacerles frente. Sentarse con la cabeza “fría”, tratar de ver los pros y contras del asunto y tomar una decisión. Suena muy sencillo, aunque todos sabemos que no lo es. Pongamos como ejemplo el momento de cambiar de trabajo o carrera. Todo lo que implica cambio y es nuevo nos genera incertidumbre, con la que tenemos que lidiar. Sin embargo, debemos dejar de luchar contra el “miedo a…”, porque es como ir en contra de la corriente. Hay que hacerse amigo de nuestros miedos, aprender a convivir con ellos, tratar de convertir ese ¿y si…? negativo en uno positivo “¿y si me va bien y finalmente soy feliz?, “¿y si logro mi objetivo?”. Evidentemente siempre está la posibilidad de que el tiro salga por la culata, pero la frustración será más grande cuando “solo” por miedo no lo intentemos o no podamos seguir adelante y cumplir nuestros objetivos.
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